Lorenzetti en “El paradigma ambiental” nos propone que debemos cambiar la forma de mirar los problemas en el derecho ambiental para realmente poder llevar a cabo acciones que realmente colaboren con un desarrollo sostenible de la sociedad. Para ello, sostiene que uno de estos cambios que debemos hacer es de un cambio del modelo antropocéntrico hacia un modelo menos antropocéntrico y más geocéntrico. 

He agregado también, para lograr mayor claridad en el análisis, un modelo que el autor no menciona pero que es relevante: el modelo teocéntrico, que tiene a Dios en el centro, por definición. 

Anderson (1991) explica de qué manera es que pasamos de ese modelo teocéntrico de la sociedad a uno antropocéntrico. Esto tiene que ver con el derecho ambiental porque nos permite entender qué es lo que realmente implican estos modelos que se plantean, histórica y filosóficamente. 

El teocentrismo reinaba en la Edad Media (Anderson, 1991). Es con la desarticulación del feudalismo, con el paso de los señores feudales a ser la nobleza cortesana y con la degradación del latín, que se fue desintegrando la “comunidad coherente”, en palabras del autor recién citado, que existía en ese período. En este modelo, tanto el hombre como la naturaleza, cada uno según su esencia, está regulado por el orden natural. El hombre tiene el rol de dominar la tierra y multiplicarse. Esta dominación debe ser ordenada, según el orden natural, que es expresión de la ley divina (Santo Tomás de Aquino, s.f.). 

Es relevante que, en torno al derecho, el teocentrismo, sostiene que las legislaciones no son “creadas” a partir de la voluntad general, sino que el legislador debe descubrir cuál es la verdad, porque la ley es “(…) una ordenación de la razón al bien común, promulgada por quien tiene el cuidado de la comunidad” (art.4, Quaestio 90, Summa Theologica). El foco no está en la voluntad sino en la razón. 

Contrario a ello, el antropocentrismo hace énfasis en la voluntad. Es más, podemos observar la definición antropocéntrica de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, resultado de la Revolución Francesa, en su artículo 6, a saber: “La ley es la expresión de la voluntad general (…)”. Podemos observar en este cambio de definiciones, una de las formas en las que el antropocentrismo quita a Dios del centro y pone al hombre en su lugar. 

El proceso hacia el antropocentrismo se puede visualizar en la recién mencionada Revolución Francesa liberal que, con Robespierre, tuvo el primer gobierno comunista (Vegas Latapie, 1965). Si pensamos en el lugar que tiene la naturaleza para este modelo de sociedad (liberal o marxista), es según la utilidad que esta tenga para el hombre. Esto puede dar lugar a una explotación desmedida, desordenada de los recursos naturales. 

Es relevante mencionar que posteriormente a la Revolución Francesa (1789), Marx y Engels publican el Manifiesto Comunista (1848) en el que establecen el plan de acción a llevar a cabo para lograr igualdad y libertad, según lo entendían ellos. Es preciso tener en cuenta cuales son sus definiciones de estos conceptos. La igualdad de facto es la que va a dar la libertad, según los pensadores. Es recién cuando seamos todos iguales, cuando lleguemos a la sociedad sin clases que ellos sostienen que los hombres van a ser libres. 

A su vez, ellos concebían que la sociedad estaba organizada en dos bloques, uno sobre el otro. Debajo estaba la estructura, que es la economía (relaciones de producción) y, el segundo bloque, la superestructura, que incluye la religión, la cultura y el derecho. La propuesta, entonces, era destruir la estructura para que se destruya la superestructura. Este plan no funcionó. Sin embargo, el comunismo no desistió de lograr este resultado sino que cambió la forma de lograrlo. 

Al observar que el comunismo clásico no funcionaba Antonio Gramsci ideó una nueva forma de implementar el comunismo, que tiene por tras, como hemos visto en el “Manifiesto Comunista”, una filosofía de la praxis con concepción inmanentista materialista que concibe al hombre como un devenir.

Esta nueva forma es lo que quizás escuchamos nombrar como “revolución cultural”. En vez de destruir la estructura para que se destruya la superestructura, propone que se realice a la inversa. Destruir la cultura, la religión y el derecho para destruir las relaciones de producción “capitalistas” que permiten la propiedad privada.

A su vez, Gramsci sostenía que, 

Las afirmaciones del liberalismo –escribe– son ideas límite que, una vez reconocidas como racionalmente necesarias, se convierten en ideas-fuerza, se han realizado en el Estado burgués, han servido para suscitar la antítesis de ese Estado en el proletariado y luego se han desgastado. Universales para la burguesía, no lo son suficientemente para el proletariado. Para la burguesía eran ideas-límite, para el proletariado son ideas-mínimo. Y, en efecto, el entero programa liberal se ha convertido en programa mínimo del Partido Socialista (Gramsci en Saenz, s.f.). 

Es decir que el liberalismo es un paso necesario para el comunismo. No se contraponen. Como afirma Gramsci (s.f.) liberalismo y comunismo van hacia el mismo lugar. 

Lorenzetti (2023) explica que el modelo antropocéntrico, como podemos ver, no es suficiente para regular de manera adecuada la cuestión ambiental. Plantea que habría que virar hacia un modelo geocéntrico. Esto es, un modelo de sociedad que tenga a la naturaleza en el centro, en el lugar de Dios. Se saca un poco al hombre del centro y se pone a la naturaleza. No se protege la naturaleza mientras sea útil para el hombre sino en sí misma. El autor sostiene que es valiosa por su funcionamiento como sistema de vida. El autor nos dice que con tan solo observar los tratados internacionales y leyes nacionales podemos ver cómo los glaciares, mares, suelos, etc. “generan legislaciones por sí mismos” (Lorenzetti, 2023, p.202). 

Esto, a su vez, tiene coherencia con lo planteado por Antonio Gramsci. Él planteaba que hay que subvertir el orden natural. Parte de ese orden natural implica que el hombre debe “dominar la tierra”, lo cual no implica que tiene derecho a hacer cualquier cosa con ella, sino aquello que es lo mejor para el bien común, para el desarrollo integral de todos los seres humanos, para que todos alcancen la plenitud (Aristóteles). 

Respetar el orden natural no tiene que ver con explotar de forma desmedida la tierra y sus recursos (consecuencia del liberalismo capitalista) pero tampoco que la tierra sea el centro de todas las cosas y sujeto de legislaciones (comunismo gramsciano). Ambas posturas pueden tener ideas que consideramos deseables pero en ambos casos queda desvirtuado el orden natural, lo cual es parte del programa comunista de Gramsci: la destrucción del catolicismo y, por consiguiente, de la civilización cristiana. La solución no es el geocentrismo. La solución es restaurar el orden natural. 

Por Teresa María Steverlynck

Bibliografía 

Anderson, B. R. O. (1991). Imagined Communities: Reflections on the Origin and Spread of Nationalism (Rev. and extended ed). Verso. Cap. 1-3.

Belloc, H. (1943). Las Grandes Herejías. La Espiga de Oro: Buenos Aires. 

De Orleans y Braganza, B. (2020). Psicosis ambientalista. Los bastidores del ecoterrorismo para implantar una religión ecológica, igualitaria y anticristiana. Asociación Civil Por La Paz del Campo: Buenos Aires.

Lorenzetti, R. L. (2023). El paradigma ambiental. Revista Investigaciones de la Corte Suprema de Justicia de la Nación: Buenos Aires.

Marx, K. y Engels, F. (1848). El Manifiesto Comunista.

Saenz, A. (s.f.). Antonio Gramsci y la Revolución Cultural. Disponible en: http://www.quenotelacuenten.org/wp-content/uploads/2019/01/Sáenz.-Gramsci-y-la-Revolucion-Cultural.pdf 

Santo Tomás de Aquino (s.f.). Summa Theologica. Disponible en: https://hjg.com.ar/sumat/b/c90.html 

Vegas Latapie, E. (1965). Consideraciones sobre la democracia. Real Academia de Ciencias Morales y Políticas: Madrid.