Colega Productor, usted que es una persona observadora y amante de la naturaleza, sabe que cuando se cambian ciertas reglas, el resultado es el fracaso. 

Los preceptos de conducta, todavía inspirados en la filosofía del Evangelio que formó al occidente cristiano, eran el sostén de  la vida civil y de las leyes; más de dos mil años de historia fueron hasta hoy el cimiento de nuestras relaciones en sociedad y de la credibilidad ciudadana.

Pero en estos días, en ciertos gabinetes, algunos han decidido cambiar súbita y radicalmente los paradigmas, para que el hombre pueda ejercer“el libre desarrollo de la personalidad” y “la autonomía de la voluntad”

¿Alguien está facultado para poner al revés la forma de ser de nuestro país, de espaldas a la sociedad argentina y a la propia Ley Natural, bien concretada en la Ley de Dios? ¿Acaso  la sustitución de un código civil y comercial por otro confeccionado por cultores del socialismo del Siglo XXI?

Desde los poderes constituidos en el ejecutivo, legislativo y  judicial,  se está gestando la substitución de los Códigos Civil y Comercial, por una unificación,  que cambiará drástica y revolucionariamente nuestras pautas de conducta e identidad como nación.

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La envejecida doctrina marxista afirma, que la autonomía de la voluntad humana debe estar por encima  de la norma, es decir de la ley natural, por tanto de la ley  de Dios. 

El hombre puesto por sobre el propio Dios sin disimulo, se endiosa a sí mismo y queda sometido a sus propios impulsos, aun cuando sean desordenados. Así, no habrá razón alguna para cumplir con nada de lo que se pacte, poco a poco se irán dejando códigos, reglas  y convencionalismos  sociales, para ingresar en la anarquía de las sociedades paganas.

Para el productor rural, contratar, ya sea servicios, cerrar tratos de siembra o compra venta de ganado, es algo tan natural y cotidiano que no se plantea la imposibilidad del incumplimiento de la palabra dada, más aún cuando además se deja un contrato firmado por las partes como un compromiso de honor.

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Nada menos que el sostén y fundamento de la familia que es el contrato matrimonial, libremente aceptado y querido por las partes, es roto o peor aún, se vuelve nulo, para enaltecer el ego (egoísmo puro y simple), por sobre cualquier motivo o razón  superior.

Es la subversión que se propugna: el primer contrato social, el que une la célula madre que da origen a la creación de una sociedad armónica y equilibrada, como es el contrato matrimonial, simplemente es destruido. Y al poner la familia bajo el arbitrio del “libre desarrollo de la personalidad” y “la autonomía de la voluntad”, ¿qué queda del  resto de los contratos sociales y comerciales que se pretenda efectuar? Si, la desconfianza y la duda serán la moneda corriente en el comportamiento humano, no habrá más sentido de la responsabilidad de los actos.

Tal cual será impuesto a la sociedad, este código, invalida el esfuerzo productivo, al afectar el ánimo de progreso individual con la esperanza de legar a nuestra prole el fruto de todos nuestros desvelos.

¿Qué desvarío no se inventará al actuar según,  la autonomía de la voluntad para poder dar curso “al libre desarrollo de la personalidad”.

 El Nuevo código civil no es una reforma, es una sustitución inspirada en el socialismo progresista del siglo XXI, evolución Darwiniana de la catarsis Marxista fracasada en el siglo XX 

Quiera Nuestra Sra. De Lujan, a cuyos pies imploramos, otorgue la gracia de la cordura, a los responsables de legislar  y administrar el futuro de esta Nación, que sepan que de ellos depende el porvenir, pero también que a ellos se les pedirá cuentas algún día.

Comisión de estudios: “Por la paz del Campo”

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