Argentina como el hijo pródigo, olvidando sus orígenes, termina comiendo las bellotas de los puercos. Avergonzada pero no arrepentida, se empecina en buscar soluciones y respuestas en el cinismo de los sofismas y los números, sabiendo en el fondo de su conciencia, que el problema es moral.
Cuando un gobierno, cualquiera sea su forma, en vez de ponerse al servicio de la sociedad se sirve de ella, viola flagrantemente la Ley natural, por tanto el derecho individual de todo ciudadano, sin importar clase, raza o religión.
El hombre, es libre, soberano y dueño de sí, al ser creado a imagen y semejanza de Dios. Su naturaleza lo llama al convivio en sociedad y para asistirla surgen los Estados.
No se puede negar que desde mediados del siglo pasado se introdujo en la mentalidad política una idea extraña a nuestra idiosincrasia según la cual el Estado es el Tutor de la sociedad entera.
Así considerado, el Estado sería quien decide y dispone de los bienes y servicios, quien otorga y quita según su arbitrio. Solamente queda a los ciudadanos optar entre un estatismo radical, un estatismo liberal o un estatismo populista.
Olvidando a quienes cumpliendo con el mandato bíblico – creced, multiplicaos y dominad la tierra – enfrentaron pampas, valles y montes, forjaron los cimientos económicos de la Nación, perdimos de vista nuestros orígenes, creyendo que la prosperidad sería eterna.
Nos dejamos hipnotizar por ideas utópicas – que adormecen la voluntad – y toleramos que sin respeto por su Historia, el campo sea atacado moral y económicamente a pesar de que sigue siendo la principal alternativa para alcanzar la paz y la armonía social.
No es dividiendo, mutilando o imponiendo arbitrariamente normas y leyes, que se podrá alcanzar una justa y equilibrada distribución de la riqueza, si no respetando las diferentes capacidades productivas, desigualdades naturales y virtuosos empeños, como llegaremos a prosperar.
No se soluciona el problema ideológico que origina los ataques irrespetuosos de una administración – que cobra sus sueldos gracias al esfuerzo de los productores y contribuyentes – respondiendo solamente con números y estadísticas.
Nos encontramos ante un gobierno que quiere cambiar radicalmente nuestra forma de vida e imponer la de su ideología. Un gobierno que distorsiona hasta las más elementales reglas de comercialización, interviene caprichosamente los mercados imponiendo precios y límites a las exportaciones, destruye cualquier iniciativa individual de producción.
La dirigencia rural, llevada a perder su tiempo refutando agravios personales y sectoriales – como “oligarcas”, “egoístas,” “especuladores” y hasta el ridículo, “dueños de las 4×4,” etc. – no ha podido hasta ahora ocuparse de denunciar una vasta maniobra que, propiciada por el oficialismo, goza de la connivencia de la nueva y antigua oposición.
En efecto, la sugestiva coincidencia de las reformas de los Códigos Civil, Comercial y Penal – de las cuales poco se ha dicho – tiene las condiciones de dejar de tal forma deteriorados los cimientos de nuestra sociedad, que cualquier nueva administración (tan esperada por cierto) no podrá mejorar la situación.
En los artículos 240 y 14 del proyecto de nuevo código unificado, se ha llegado a poner en duda o debilitado, hasta la misma propiedad privada, principio fundamental para el desarrollo y prosperidad de la familia y la sociedad, al proponer:
“Los derechos sobre la propiedad deben conformarse a las normas del derecho administrativo nacional y local dictadas en el interés público, y no deben afectar el funcionamiento y la sustentabilidad de los ecosistemas”. Agrega además que “El limite al derecho sobre los bienes, deben ser compatibles con los derechos de incidencia colectiva”. (….)
“El ejecutivo introdujo una modificación que establece, que deben conformarse con normas, que no son solo leyes, sino que incluyen, decretos y resoluciones con las cuales se puede habilitar expropiaciones sin necesidad de una ley”.
Piénsese que en el caso de que se “genere” un grupo colectivo, que necesite comer (un Derecho…) y arbitrariamente se acuse al campo de “incidencia y abuso de derechos,” esto habilitaría al Estado local a saquear los campos para alimentar gratis, “restituyendo así sus derechos”… o también dar viviendas.
De este modo el país quedará a merced de gobernadores, intendentes, funcionarios y amigos del poder, que aplicando leyes injustas podrán quedarse con los patrimonios particulares, urbanos y rurales (grandes y pequeños) sin “remordimiento” y amparados por “la ley”.
Si un viajero de principios del Siglo XX, regresara hoy a nuestro país, debería hacerse una pregunta: ¿qué pasó con aquella Argentina?
-Aquella Argentina que las naciones europeas respetaban por su cultura y educación…
– Aquella Argentina que acogía y asimilaba formas de ser tan diferentes como las nórdicas, el medio oriente y las peninsulares…
-Aquella Argentina cuya moneda era tan tenida en cuenta por los mercados como lo es hoy el idolatrado dólar…
-Aquella Argentina granero del mundo…
–Aquella Argentina cuyo gobierno, construía ferrocarriles puertos, caminos, pueblos y ciudades cumpliendo con su deber subsidiario…
-Aquella Argentina, donde el respeto mutuo se emanaba de los principios del Evangelio…
-Aquella Argentina que cultivaba los campos, fundaba hospitales y escuelas mientras desarrollaba industrias…
-Aquella Argentina que llamaba las cosas por su nombre y no se dejaba embaucar por interpretaciones artificiales…
-Aquella Argentina que supo honrar a Dios realizando un congreso Eucarístico Internacional, del cual San Luis Orione pudo decir que sólo en el cielo sería superado…
La solución está en un gran retorno a los principios fundacionales de la Patria. Herederos de la Civilización Cristiana, formados en la cultura del trabajo, del ahorro, del respeto a los mayores y en las más sagradas tradiciones. Nos olvidamos de ello por marchar detrás de una utópica quimera “la igualdad absoluta”, propiciando el odio y el revanchismo, teniendo en vilo a la sociedad controlada y tutoríada desde una administración estatal que se ha vuelto omnipresente, sin importar el color político, incluida una oposición surgida del propio oficialismo, en las últimas elecciones.
¿Quién garantiza que la próxima administración pueda revertir esta situación, cuando recibirá un Estado Gigante dominado por organizaciones partidarias que en, mayor o menor medida, aceptan al autoritarismo populista o al menos el intervencionismo gubernamental?
Por la Paz del Campo, asociación que se gestara en la peregrinación de 420 km a pie, de Villegas a Luján en 2009, ocasión en que el campo y la ciudad se unieron en oración y penitencia para pedir a Nuestra Señora y Madre, la armonía social, se cobija bajo el manto protector de María Auxiliadora, Patrona del campo argentino e implora, para los dirigentes y dirigidos, la gracia del coraje, determinación y sabiduría necesarias para enfrentar, con hidalguía, las tormentas que se vislumbran en el horizonte contemporáneo, y así lograr la tan anhelada concordia entre los argentinos.
20 /2/2014
Aniversario de la batalla de Salta
Comisión de Estudios de Por la Paz del Campo


