“El romanticismo que únicamente se caracteriza por traducir al alemán a Calderón y Shakespeare o por romper en el teatro con las unidades escénicas, nada tiene fundamentalmente de común con el romanticismo que arranca de Rousseau y se caracteriza, no por la forma, sino por el fondo; no por el número de actos o la unidad de tiempo o la variedad de los metros y las estrofas, sino por haberse puesto al servicio de la rebelióndel instinto contra la razón, de la sensibilidadcontra la inteligencia, de las potencias inferiores contra las superiores.

Nadie más alejado de todo propósito político que el maestro Menéndez y Pelayo al escribir su «Historia de las ideas estéticas», y, sin embargo, en lo que a continuación se transcribe, producto de profundísimos estudios, se confirma el contenido subversivo y revolucionario del romanticismo.”

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