¿Cuáles son los principios que un legislador tiene que considerar?

Si queremos que nuestro país desarrolle todo su potencial agro  industrial, debemos contar con un contexto de seguridad jurídica, generar  leyes que respeten la dignidad del hombre, la libertad de trabajo,

la iniciativa individual y la asociatividad. 

El ser humano nace libre y  soberano, sujeto a la ley natural que armoniza el universo. Para una democracia, estos conceptos son rectores y garantía de libertad. Comprendido esto, podemos decir que aquel que se sienta capaz de legislar, no podrá en ningún caso violar dicha ley.

Desde tiempos inmemoriales, los antiguos filósofos polemizaban sobre el sistema de reglas, que serían más naturales para regir la vida de una sociedad orgánica, respetando la libertad de cada uno. Sin permitir abusos para el conjunto.

El hombre es dueño de si mismo, por tanto es dueño de lo que es capaz de desarrollar a partir de su libre iniciativa, haciéndose responsable de sus actos y dueño del fruto de su trabajo, es decir que es dueño de lo producido por el, como es dueño de si. Negar esto, es negar la libertad y anular el principio de propiedad privada, emanado del principio de libertad, aceptado desde los inicios de la historia y defendido hasta con la propia vida por sociedades enteras, por ser el fundamento de la familia y la herencia cultural de la sociedad, normalmente llamada tradición o cultura ancestral.

Cuando un legislador trata temas que atañen el futuro de la sociedad a la que pertenece, debe tener en cuenta, que la violación de la ley natural conlleva inexorablemente al fracaso, en ocasiones sangriento.

Probado está en la historia del siglo XX que las sociedades, que legislaron sin tener en cuenta esta ley impresa en el alma humana, independientemente de sus creencias y culturas, solo lograron sufrimiento miseria y muerte. Veamos la Rusia de Stalin la China de Mao, que aún hoy subyuga a su pueblo Camboya Cuba Castrista y sin ir más lejos, los cambios legislativos de Venezuela y el comportamiento en otras naciones de Latinoamérica, y claro, el desconocimiento de este principio en nuestro sufrido, pero querido país.

Los riesgos de no tener en cuenta la ley natural son conocidos, los beneficios también.

Argentina despegó, cuando los legisladores no intervinieron en las decisiones individuales de los ciudadanos, no dirigieron la educación, que corresponde a los padres, sino que se dedicaron a lo que se deben dedicar, es decir, instruir, informar. Pues educar es prerrogativa de los padres y no del estado.

Un legislador debe siempre, y sin ninguna excepción, vigilar que la ley natural no sea violada, ni siquiera en los proyectos que el mismo propone.

Un Poder Legislativo que sea capaz, a pesar de las diferencias ideológicas, de garantizar esto, logrará.

1º- Equilibrio entre las leyes que emanan de ese Poder.

2º- Armonía social (por tener leyes equilibradas).

3º- Respeto entre las distintas clases que componen una sociedad.

4ª- Equilibrio institucional y respeto por un sistema de gobierno.

5º- Cada ciudadano verá su propia patria chica, su ciudad, su entorno, como parte de un todo integrador, llamado Argentina, por el cual vale la pena hacer un esfuerzo, incluso, arriesgar la vida.

Podríamos seguir enumerando beneficios, pero el límite de un artículo no nos permite prolongar la argumentación.

Solo nos resta decir que aquel que pretenda legislar debe tener en cuenta que justicia es dar a cada uno lo que le corresponde según sus capacidades, es decir, que generando leyes que incentiven la ineficiencia, a costa de los eficientes, solo se logrará, una desproporción que producirá todo lo contrario  de lo que utópicamente se podría proponer en una ley demagógica.

La historia demuestra que las sociedades que generaron legisladores  respetuosos de esa ley anterior al hombre lograron frutos más allá de toda expectativa, no solo en lo material, sino también en la relación interna de sus habitantes, siendo un ejemplo para el resto de las sociedades.

A partir de allí, surgirán leyes que equilibren sin favoritismo, armonizando las partes interesadas y la misma sociedad.